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Peripecias noctámbulas
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Intentó conciliar la paz, pero Santiago le dice:
- Sólo puedo perdonarte si limpiás mi imagen!

A la noche, vuelvo a casa de Abigaíl, para acompañarla en su dolor.
Estábamos mirando TV y se había hecho bastante tarde, entonces me levanté rápidamente del sillón y le dije…
- Me voy!
- ¿A tu casa? Me preguntó.
- No!, me voy a buscar a Heraldo, y si lo encuentro te llamo.

Partí rumbo a los bares y tenía fe de que lo iba a encontrar.
Recorrí y recorrí, pero no tenía noticias. Alcancé a divisar su auto en la calle céntrica, pero de él, ni noticias.
Entretanto, pasé por el trabajo de un amigo, para saludarlo.
Corrían las tres de la madrugada y le dije, voy a estar por los bares, si salís a la 4 y todavía no me fui a casa te llamo.
Vuelvo a pasar por uno de los bares y… allí estaba él… 
Temblando, salí a la calle y llamé a Abigail para que venga al bar, celular en mano y en plena comunicación llamé un taxi y lo mandé para su casa.

Disqué el número de  María Luz, ya que habíamos quedado en encontrarnos en ese bar, porque era su última noche. Todavía estaban en el Hotel y les dije que los pasaría a buscar de inmediato.
Caminé dos cuadras y allí venían… cantando una canción a los cuatro vientos. Sus voces plagaban la cuadra de melodía, y yo me iba acercando a ellos, bailando al compás de sus voces.

A la distancia y en la penumbra se oían risas y un comentario se oyó a la voz de: - Que buena onda tiene la gente acá!...

Y cuando estuvimos a menos de dos metros de distancia, me reconocieron.

Llegábamos al bar, María Luz, Verónica, Lolo y yo, y suena mi celular.
Era Abigail:
- ¿Dónde estas? Me pregunta.
- Mirá hacia tu derecha!, le respondí.
Preparados, los cinco, entramos al bar.
Enfilamos al fondo del bar, y Abigail se quedó casi en la entrada.
Una vez encontrado el blanco, con el índice tocó su espalda y le dijo:
- A vos te estaba buscando!
De reojo y disimulando, como buena observadora (al igual que todos los del bar) pude divisar gestos, muecas y manos que recorrían el aire expresando indignación y vaya a saber cuantas otras cosas.

Eran palabras que iban y venían recorriendo el aire, y una postura firme por parte de Abigail, dispuesta a solucionar la situación, ya que él, había abusado de su alcoholemia aquella noche, como ya hice mención, tomándola por sorpresa y provocando no menos que un holocausto.

Después de unos minutos que finalmente parecieron horas, Abigail terminó con su cometido y me vino a buscar. Lógicamente, como yo estaba atenta a todo lo sucedido, me acerqué a ella y nos fuimos del lugar.

La acompañé a su casa y estábamos charlando en la vereda.

Me llama Chayanne, (mi amigo), y como había salido de trabajar, me pasa a buscar. Recibo también un mensaje de Lolo preguntando donde estaba.

Llegamos al bar. Heraldo lógicamente, ya no estaba, y nos encontramos nuevamente con los chicos.
Pasaba el tiempo y otro día florecía.

Nos fuimos a otro bar y una vez con los rayos del sol brillando en lo alto, cargamos termo, ensillamos mate, y nos fuimos a desayunar entre cerros y lagos, que nos esperaban, para deleitar miradas y así, partimos, entre risas y ensueños…



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