Ingrid y Abigaíl se apresuraron y pidieron. Yo no pedí nada. Al rato, otra vez la misma situación, pidieron, y yo pedí lo mismo que ellas. Yacían tres mojitos sobre la mesa ratona.
Al rato, la moza con un “Baron B” en champagnera, acercandose a nosotras a la voz de: -“Invitación de los de la izquierda”.
El bar estaba desbordado de gente, y se armó baile.
Yo ya me quería ir a casa y las chicas se apenaban si me iba. Resolví entonces, quedarme sentada cuidando nuestras pertenencias mientras ellas bailaban y se divertían. A mi lado había una chica de ropa algo extravagante y se le notaba que no era oriunda del lugar. Cuando llegó el segundo “Baron B”, le dije a la chica, (que estaba con una amiga y otro amigo más), que haga de cuenta que estaba con nosotros y se sirvan, si total, los manirrotos habían invitado y al cabo, yo, ní quería.
Nos pusimos a charlar y resulta que habían venido de vacaciones por una semana, y eran de mi ciudad natal, de inmediato, hicimos buenas migas.
Los señores manirrotos, según nos enteramos, eran dueños de una grandísima firma y se ve, que estaban “forrados en guita”, como eventualmente se suele decir.
Eran toda una gran familia, primos, sobrinos, tíos, tías, y por cierto, muy simpaticos y con muy buena onda. Muy humildes, pese a su condición, lo que nos dejó una buena impresión.
De repente, Ingrid se acerca con cara de preocupación y algo angustiada, y se arrincona en el sillón, lo cual me preocupó.
Inmediatamente decidí preguntarle que le pasaba.
Opciones:
1) Me cuenta sin vacilar.
2) Me responde: -Nada!, nada!, dejame sola!.
Volver al inicio para tomar otras decisiones.
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